sábado, 7 de mayo de 2011

Heroínas I. Magas: Circe, la diosa que teje, canta, encanta y desencanta

Las dos hijas de Helios, el Sol, con Perse, hija de Océano y Tetis, eran magas, mujeres expertas en hechizos y, como tal, temibles: Circe y Pasífae. También destacó en este arte su nieta, Medea, hija de Eetes, el rey de la Cólquida, el remoto lugar al que se dirigieron Jasón y los Argonautas en busca del vellocino de oro, aunque para nosotros, y por ocurrencia de Eurípides, Medea sea más conocida como la mujer celosa que, abandonada por Jasón, lleva a cabo una terrible venganza que incluye el asesinato de sus propios hijos.

Circe es temible, sí, sobre todo para los varones que llegan a su isla, Eea -que algunos identifican con el actual Circeo, cerca de Terracina-, donde vive en un palacio ubicado en medio de un bosque y rodeado de animales salvajes -leones y lobos-, mansos como perrillos.  Según nos relata Homero en el Canto X de La Odisea (vv. 135 ss.), allí desembarcan Odiseo y sus compañeros tras conseguir salir con vida de la tierra de los lestrigones, unos poco tranquilizadores gigantes antropófagos que devoran a los extranjeros. Al cabo de unos días, ya un tanto recuperados del dolor y el cansancio, Odiseo envía una expedición de reconocimiento porque desde un alto ha visto  humo, señal de habitación humana, y espera noticias. Euríloco, el jefe de los expedicionarios, regresa a contarle lo que ha sucedido: al llegar a un palacio, han entrado todos menos él, y una mujer que tejía y cantaba los ha recibido hospitalariamente. Después, ninguno ha salido de allí. La diosa de bellos cabellos y voz humana les ha invitado a sentarse y a un banquete, pero no bien han comido y bebido, los ha tocado con una vara y los ha convertido en cerdos y  enviado a sus pocilgas.

J.W. Waterhouse, Circe envidiosa, 1892

Odiseo parte impetuosamente en su busca, pero tiene la fortuna de recibir ayuda e instrucciones de Hermes: una planta mágica, el móly, de negras raíces y flores blancas, le hará inmune a los bebedizos de Circe. Cuando ella le toque con su vara y le ordene correr a la pocilga, él debe amenazarla con el cuchillo, exigirle el juramento de que no tramará contra él nuevo daño y aceptar compartir el lecho que ella va a ofrecerle.

Dosso Dossi, Circe y sus amantes en un paisaje, ca. 1525




Circe recibe a Odiseo y le ofrece una copa, pero gracias al móly de nada sirve el poder de la vara. Odiseo la amenaza como si quisiera matarla, y ella supone que el recién llegado ha de ser aquel Odiseo de vuelta de Troya del que Hermes le había hablado; le ofrece su lecho y jura por la Estigia que no le causará daño alguno. Para contentar a Odiseo, devuelve a sus compañeros la forma humana, pero rendido a  otros “encantos”, los físicos,  Odiseo se queda con Circe un año, hasta que sus hombres le apresuran a reemprender el camino de vuelta a casa.










Odiseo (Ulises) amenaza a Circe (Basilea, Museo de Arte)

En ese año pasado con Circe, Odiseo engendra un hijo, Telégono, y tal vez una hija, o hasta tres hijos varones, según otras fuentes. El nombre de Telégono es significativo: el “nacido o engendrado lejos”. Pese a esta lejanía, de los hijos de Odiseo, es él quien sin querer provocará su muerte. En una pelea entre ambos, Telégono lo hiere mortalmente con una lanza envenenada. Al saberse asesino de su padre, lleva, en compañía de Penélope, el cadáver a la isla de Circe, se casa con la mujer que acaba de enviudar y marchan juntos a las Islas de los Bienaventurados.

Hasta aquí llega la bien conocida relación de Circe con el rey de Ítaca, pero los romanos le atribuían además un hijo con Júpiter, Fauno, divinidad bienhechora relacionada a veces con el griego Pan. Y algunos contaban que ella fue quien, por celos,  transformó a Escila, amada por Glauco, en monstruo, mitad mujer- mitad perros devoradores de hombres,  entre los que se encontraban seis de los compañeros de Odiseo cuando, intentando regresar a Ítaca, pasaban cerca del lugar donde acechaba la temible Escila (en las inmediaciones del estrecho de Mesina).

Circe interviene también en el ciclo de los Argonautas purificando a su sobrina Medea del asesinato de su hermano Apsirto, pero esa es otra historia.

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